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Metodología del Entrenamiento (V). El jugador frente a la inestabilidad [A. Ureña]

Metodología del Entrenamiento (V). El jugador frente a la inestabilidad [A. Ureña]

Uno de los grandes referentes que tenemos en España sobre la metodología del entrenamiento y el estudio del movimiento del jugador de voleibol es Aurelio Ureña y del cual ya hemos hablado bastante en esta sección de la página web por la calidad y riqueza de sus estudios.

En este artículo quería exponeros la documentación que Aurelio, exseleccionador nacional femenino de España en los comienzos del siglo XXI, aporta sobre el tratamiento metodológico de la enseñanza de la técnica del voleibol y es que, aunque ya os adelanté algunos detalles en algunos artículos de la Saga de Metodología, se me estaban quedando muchas cositas en el tintero y quiero completarlo para vosotros.

Me apoyaré en material de la Real Federación Española de Voleibol desarrollada por Aurelio Ureña y que podéis encontrar en el sitio web de esta federación nacional y que suele ser parte del material didáctico del curso nacional de entrenadores.

Además, os dejo el link a la web del Programa 2025, un proyecto diseñado por Aurelio Ureña y por el cual, la RFEVB trabaja la Detección, Identificación y Desarrollo de talentos que puedan integrar en un futuro las selecciones nacionales de voleibol, tanto masculinas como femeninas. 
Dentro de este programa también encontraréis el Modelo Metodológico 5C, donde se proponen 5 Competencias para entrenar en la Formación de los Jugadores de Voleibol.

1. Concepto de Técnica y Tratamiento Metodológico

Aunque algunas cositas de las que vais a leer os sonarán ya que os lo he expuesto en el articulo de la Tarea de la Técnica, lo recalcaré de nuevo para ir construyendo junto al autor su recorrido, pasito a pasito, renglón a renglón, por su construcción metodológica.

 Vamos allá!.

Una de las más destacadas características que presenta el voleibol es la exposición permanente a situaciones cambiantes con una gran presión temporal. Es decir, una sucesión continua de problemas de distinta índole que obligan a los jugadores a respuestas de adaptación variable con escaso tiempo para la resolución.

Si analizamos las peculiaridades del voleibol frente a las habilidades motrices en general y a otras disciplinas deportivas en particular, vemos que las restricciones temporales, espaciales y de manejo del balón suponen que la técnica cobre una extraordinaria relevancia en el voleibol frente a la gran mayoría de los deportes de equipo, siendo además sus elementos técnicos característicos de una notoria dificultad.

La velocidad de ejecución, la precisión y una amplia gama de habilidades motrices específicas serán claves para disponer de un mayor repertorio en la respuesta táctica y, por tanto, condicionarán igualmente la construcción de los sistemas de juego y su complejidad.

Bajo este enfoque vamos a considerar la técnica como la respuesta óptima de adaptación por parte del jugador a los problemas que genera el desarrollo del juego, con intervención integrada de factores de percepción, decisión, ejecución y evaluación.

El concepto de técnica que se propone está en dependencia y/o limitado por los siguientes aspectos, enunciados por Grosser y Neumaier1:
a) Los mecanismos directivos del sistema nervioso central.
b) Las capacidades cognitivo-sensoriales (percepción, cinestesia,…).
c) Las circunstancias anatómico-funcionales (agrupación de músculos y articulaciones,…).
d) Las leyes mecánico-deportivas (impulsos de fuerza, palancas,…).
e) Síntomas psíquicos (concentración, motivación,…).
f) Capacidades de Condición física (fuerza, velocidad,…).
g) Las reglas del deporte en cuestión.
h) Condicionantes derivados del entorno.

2. El jugador como servosistema frente a las habilidades del juego

Las situaciones deportivas que deben afrontar los jugadores de voleibol suelen ser complejas y tienen un grado variable de inestabilidad, de ahí que el jugador deba manifestar un control motor flexible, estando siempre dispuesto a enfrentarse a lo incierto y a lo imprevisible.

Los términos relevantes, en este sentido, son los de información e incertidumbre. Ambos son complementarios, pues a fin de cuentas “información” es la cantidad de incertidumbre que es reducida cuando un determinado estímulo o conjunto estimular se presenta.

Las conductas motrices propias del jugador de voleibol se inscriben dentro de las denominadas habilidades perceptivas2, abiertas3, o de regulación externa4 , en las cuales el deportista está mediatizado por la variabilidad de las condiciones del entorno, exigente en operaciones cognitivas, por lo que necesita prioritariamente utilizar informaciones visuales (feedback externo) con el objeto de evaluar, anticiparse y adaptarse a nuevas y constantes circunstancias de juego.

En el voleibol pueden describirse y clasificarse las siguientes formas o acciones técnico-tácticas:

  1. Realización del saque o puesta en juego del balón (de abajo, de arriba, en suspensión).
  2. Recepción –defensa- del saque (con pase de dedos o de antebrazos generalmente).
  3. Construcción del ataque –o pase de colocación- (con pase de dedos –en apoyo o suspensión- generalmente).
  4. Culminación del ataque (con remate o finta, en suspensión generalmente).
  5. Defensa del ataque (con bloqueo –individual o colectivo- en primera instancia, defensa en campo en segunda, o con ambos secuencialmente).
  6. Construcción del contraataque (con pase de dedos –en apoyo o suspensión  generalmente).
  7. Culminación del contraataque (con remate o finta, en suspensión generalmente).

Para intentar comprender el comportamiento motor del jugador de voleibol en particular o bien el del cualquier deportista tanto durante el proceso de aprendizaje como en el entorno competitivo, en general, en las últimas décadas han sido empleados numerosos modelos explicativos, aunque en la actualidad existe la tendencia a tomar como referencia los presupuestos teóricos de Schmidt, adquiriendo gran relevancia los denominados modelos cibernéticos.

Estos modelos pretenden explicar la integración de todos los componentes anatómicos implicados en una respuesta motora (músculos, sistema nervioso, receptores sensoriales, etc.) con los componentes comportamentales (unidades de información, niveles de procesamiento, etc.).

La forma en que se produce esa integración o actividad conjunta de los componentes se denomina control del sistema.

Podemos distinguir dos modalidades dentro de este modelo cibernético: el de bucle cerrado o servosistema y el de bucle abierto. En el caso de las tareas motrices propias del voleibol, el jugador utiliza la primera de esas formas de manera que el sistema se autorregula sin necesidad de agente externo, según las variaciones momentáneas del medio donde se encuentra, como muestra el modelo de procesado de la información de Kerr (1982).

El perfeccionamiento de las técnicas y tácticas es el problema con el que cotidianamente se debe enfrentar el deportista, de ahí que, para cumplir ese objetivo necesite procesar informaciones relativas al medio en el que está practicando y a las posibles limitaciones que éste le pueda presentar (climatología, situación de práctica o no con adversarios, etc.). Estas serían las limitaciones ambientales. También es necesario que seleccione las informaciones que deben incluirse en el programa de acción para conseguir que su gesto técnico (rematar, bloquear, sacar, realizar un pase de colocación, etc.) sea el adecuado (informaciones sobre la tarea). Con ello se establecen las condiciones iniciales.

El objetivo a conseguir, es decir, el movimiento a producir como resultado deseado, se convierte en la referencia para comparar las numerosas retroalimentaciones que irá recibiendo durante el entrenamiento.

El sistema perceptivo-motor necesita una información de referencia que permita la comparación y la detección del error.
Para poder llevar a cabo el movimiento o secuencia de movimientos el jugador deberá reclamar de su memoria los conocimientos allí almacenados en forma de modelos, programas, esquemas o reglas de acción.

Para que este proceso sea efectivo es necesario eliminar todas aquellas informaciones no pertinentes que pueden interferir (ruidos).
Una vez reclamado de la memoria el programa o esquema motor pertinente es necesario especificarlo en sus parámetros concretos para que el gesto se manifieste en forma de movimiento coordinado hacia el objetivo (estructura de coordinación, sincronización del movimiento-timing).

Por último, el jugador verifica si su plan se diferencia o no del objetivo perseguido. Su capacidad de interpretación de las informaciones sensoriales sobre el desarrollo de la acción (C.E.= conocimiento de la ejecución) y del resultado (C.R.= conocimiento de los resultados), le indicarán la necesidad de seguir practicando para eliminar el error apreciado o para mantener el resultado obtenido cuando éste es el deseado

La estructura de este sistema incluye diferentes niveles de procesamiento y fuentes de información. El primer nivel lo representa el mecanismo de referencia o comparador, el cual establece los objetivos o niveles ideales de ejecución del sistema.

Después de cada ejecución del sistema y en función del efecto sobre el ambiente, se envía información sobre los resultados de esa ejecución a través de un bucle de retroalimentación (feedback) al mecanismo de referencia que la comparará con los objetivos del sistema calculando la diferencia a la que se llamará error.

El servosistema tiende a reducir a cero el error, a través de sucesivos ajustes en cada ensayo, para ello envía la información del error al nivel ejecutivo, que decide como reducirlo, enviando a su vez esas instrucciones (programa) sobre el tamaño y la dirección del error al nivel efector, quien pone en funcionamiento el programa, coordinando los distintos componentes del sistema para producir la respuesta.

Después de cada respuesta la información de sus resultados entra en el anillo o los anillos de retroalimentación. La conducta motora humana es posible explicarla bajo este modelo integrado con el modelo de procesamiento de la información.

En el mecanismo de referencia se colocarían, a través de la información previa los objetivos para la ejecución correcta del movimiento.

El nivel ejecutivo lo compondrían los niveles de procesamiento de la información (identificación del estímulo, selección de respuesta y programación de la respuesta), el nivel efector lo conformarían las estructuras físico biológicas del organismo que producen el movimiento (sistema nervioso, músculos, articulaciones, etc.).

La retroalimentación puede venir, tanto de la información propioceptiva del funcionamiento de esos componentes, como de la información de los resultados de la acción en el ambiente.

Por otra parte y basándose en la psicología cognitivista, diferentes autores han desarrollado modelos que intentan explicar cuales son los mecanismos que participan en la regulación de las conductas motoras.

En estas propuestas, pueden ser identificados genéricamente tres mecanismos envueltos en el tratamiento de las informaciones que corresponden a diferentes fases de ese proceso: la fase perceptiva, responsable de la síntesis aferente de las condiciones externas e internas; la fase de la toma de decisión, encargada de analizar la situación y programar el movimiento con relación al objetivo respectivo de la acción; y por último, la fase efectora, responsable, en última instancia, de la ejecución del movimiento planeado.

Un modelo, ya clásico, dentro de esta tendencia, es el de Malho, en el que destacan los procesos de: percepción y análisis de la situación, solución mental y realización de la respuesta los cuales definen tres mecanismos implicados en el comportamiento conductual de todo deportista: mecanismo perceptivo, mecanismo decisional y mecanismo efector que nos permiten tanto el análisis como la clasificación de cualquier tarea motriz.

Según el mecanismo perceptivo, las tareas propias del voleibol conforman un deporte en el que, predominan las tareas abiertas o de regulación externa, perceptivas y controladas con mayor componente periférico que propioceptivo en las que pueden darse diversas circunstancias con respecto a las relaciones entre el móvil (balón) y el sujeto en cuanto a estaticidad y/o dinamismo entre ambos, de alto grado de complejidad perceptiva, al ser numerosos tanto los estímulos a atender como los estímulos presentes, grande la velocidad del balón en las acciones culminantes, escasa la duración del estímulo principal (el balón), su intensidad mediana y finalmente la extensión en la que el estímulo puede ser conflictivo o confuso, muy grande.

La actividad perceptiva en voleibol no se reduce a la simple vigilancia ni a la simple atención. Se trata de una verdadera actividad de búsqueda y tratamiento de informaciones significativas.

Según el mecanismo decisional, en el voleibol el número de decisiones a tomar no es muy grande, estando estas condicionadas en gran medida por las acciones del adversario, por las de los compañeros de equipo, por la especialización funcional y por la posición en el campo; sin embargo las posibles respuestas alternativas a tener en cuenta a cada decisión son muy numerosas y la presión temporal que afecta a la toma de decisiones muy grande.

El mecanismo de decisión se ve asimismo afectado por el nivel de incertidumbre del entorno en el que se produce la conducta motriz.

La incertidumbre en el desarrollo de las tareas motrices específicas del jugador de voleibol puede manifestarse a partir de tres tipos de dificultades: las planteadas por la aleatoriedad de circunstancias que pueden presentarse en una situación determinada, las planteadas por las incógnitas derivadas de una oposición inteligente y finalmente las relacionadas con la necesidad de reaccionar ante estímulos confusos, ambiguos o conflictivos.

Por otra parte, la mayoría de tareas que componen el repertorio motor del voleibol, salvo la realización del saque, son de baja organización; esto quiere decir que no presentan una secuencia fija en la ejecución de los elementos decisionales que puedan componerlas, sino más bien al contrario, que el jugador debe acomodarse a cada circunstancia, teniendo como referencia constante el objetivo a lograr y la normativa reglamentaria que afecta a la tarea.

Las exigencias que sobre la memoria tenga una tarea motriz para su correcta realización influirán en el nivel de complejidad que, desde el punto de vista de la toma de decisiones, afecta al desarrollo de la misma.

En el caso del voleibol, el jugador debe operar, generalmente, con muchos datos en la memoria. La relación identificar/realizar no es lineal ni del tipo de causalidad simple.
Parece que se identifica en función de los medios de que se dispone para actuar, que se eligen las respuestas en función de lo que se conoce, de lo que se ha obtenido.

Desde la perspectiva del mecanismo efector, y teniendo en cuenta su componente cualitativo, el voleibol está compuesto por tareas motrices que implican la participación de numerosos grupos musculares y requieren un elevado grado de madurez en el jugador, tanto al nivel de la coordinación dinámica general como de la coordinación óculo-segmentaria.

Estos parámetros ven aumentado su nivel de complejidad si, además, tenemos en cuenta la necesidad de una gran velocidad de las coordinaciones en condiciones precarias y los requerimientos de un alto nivel de precisión, bajo una gran presión temporal.

Por su parte, el componente cuantitativo del mecanismo efector define el nivel de condición física requerido, que en el caso del voleibol es alto.
Finalmente y según el criterio de Singer, con relación a la forma de control del movimiento durante la tarea, en el voleibol existen tareas discretas –el saque- que representan un movimiento unitario con principio y final fijos, aunque la mayoría de ellas son continuas pues en todas es necesario realizar determinados ajustes sobre el movimiento para adaptarlas al objetivo, en función de parámetros espacio-temporales siempre cambiantes (recepción del saque, construcción del ataque y del contraataque, culminación del ataque y del contraataque, bloqueo, defensa en campo, etc.).

Para llevar a cabo el análisis conducto-motor de las acciones técnico-tácticas propias del voleibol utilizaremos consecuentemente la metodología preconizada por Famose, basada a su vez en el modelo de los tres mecanismos: perceptivo, decisional y efector, que han sido descritos en los párrafos anteriores.

3. La importancia del “Automatismo”

Nuestra capacidad mental es limitada y debido a ello debemos concentrar nuestra atención en un partido de baloncesto en las decisiones relevantes ¿tiro o paso? ¿paso interior o exterior? Por ello es fundamental tener una gran cantidad de hábitos, situaciones y patrones de movimiento completamente automatizados.

Cuanto más cosas tengamos automatizadas, más nos podremos centrar en las decisiones importantes y más rápido podremos jugar a nivel físico y mental.
JG Alemany

En el pasado la enseñanza de este tipo de deportes, principalmente los considerados de una elevada exigencia técnica, se centraba prioritariamente en la ejecución, desatendiendo el proceso cognitivo de la acción. La línea metodológica adecuada a este planteamiento supone un protagonismo elevado de los diseños analíticos.

Las tendencias actuales, de influencia constructivista, toman la globalidad y la integración como claves tanto en el análisis de la actividad deportiva como en los planteamientos metodológicos. Con relación a estas consideraciones iniciales, el diseño de las tareas del entrenamiento de las acciones de juego, o entrenamiento técnico táctico, debe obedecer a dos premisas básicas:

a) Organizar tareas que supongan variedad en las respuestas del jugador debido a un entorno cambiante, es decir, entrenamiento centrado en la toma de decisiones.
b) Diseñar tareas con una estructura y dinámica cercana al juego real.

Los planteamientos actuales nos invitan a resolver problemas cambiantes mediante tareas cambiantes, relegando la ejecución a un plano inferior con respecto a la toma de decisiones. ¿Qué lugar ocupa, entonces, el automatismo en el aprendizaje de las habilidades abiertas?

Consideramos que un movimiento está automatizado cuando no se requieren procesos conscientes para su realización, es decir, su dirección y regulación están a cargo de niveles inferiores a la corteza cerebral en el sistema nervioso central.

La automatización de movimientos sigue siendo uno de los objetivos primordiales en el entrenamiento técnico.

Razones fundamentales para la exigencia de automatización en la aplicación del gesto técnico en competición (Grosser y Neumaier)12

  1. La mayoría de los gestos deportivos se realizan con tanta rapidez que una completa reflexión paralela no puede resultar. Es imposible controlar conscientemente todas las
    singularidades de un movimiento.
  2. La atención del deportista no se puede aumentar ni distribuir arbitrariamente a causa de la limitada capacidad de asimilación durante el proceso perceptivo. En estos deportes es necesario prestar gran atención para conseguir éxito en situaciones tácticas

Por otro lado los gestos técnicos tienen elementos más simples o que permanecen invariables independientemente del ajuste de la ejecución a la decisión táctica. El uso inadecuado deterioraría el resultado de la acción, al igual que dedicarle la atención que se requiere para las partes complejas que se relacionan con la decisión.

Estas partes del gesto son las que consideramos como automatismos de base y son la condición inicial para conseguir la disponibilidad variada y la estabilización de la misma frente a las influencias perturbadoras para así poder conseguir los máximos rendimientos deportivos.

La repetición múltiple y estable de la acción es el medio adecuado para conseguir esa respuesta automática, centrando la atención del jugador en la ejecución, sin exigencia táctica.

Sin embargo, el gesto técnico, en toda la extensión del repertorio del jugador, debe aplicarse automáticamente en condiciones no estables. Lo que implica la necesidad de entrenar, igualmente en condiciones de variabilidad.

4. Movilizar concepciones a través de modelos

La pedagogía del descubrimiento, basada en la psicología constructivista, está marcando una fuerte moda en la enseñanza del deporte, que está invadiendo de forma indiscriminada todas las facetas del mismo.

Ésta sigue las necesidades espontáneas y los intereses de los alumnos, proclama su libre expresión y su creatividad. Da primacía al descubrimiento autónomo, al valor del ensayo y a la iniciativa del alumno.

Este modelo de aprendizaje, más motivado por las conquistas sociales del individuo que por
resultados eficaces en los alumnos, no ha demostrado ningún resultado relevante en el voleibol de alto nivel, ni en sus etapas de formación, ni en las de rendimiento.

En nuestro caso, nos enfrentamos a la necesidad de crear una concepción en los jugadores/as sobre cualquier aspecto concreto del juego, aunque habitualmente, de forma general o particular, ya existirá una concepción en cada uno de los componentes del equipo.

“Todo saber adquirido se sitúa a la vez en la prolongación de las adquisiciones anteriores que proporcionan el marco de cuestionamiento, de referencia y de significación, y al mismo tiempo se sitúa en ruptura con ellas, al menos por rodeo o transformación del cuestionamiento” (Giordan).

Se pone de manifiesto que el éxito de todo aprendizaje se basa en una transformación de las concepciones. Toda adquisición de conocimientos procede de actividades complejas de elaboración: el deportista confronta las nuevas informaciones con sus conocimientos, movilizados, y percibe significaciones nuevas, más adecuadas para adaptarse a un problema del juego

Normalmente, constituirá un proceso traumático. “La concepción movilizada por quien está aprendiendo le aporta una explicación; pero todo cambio se percibe como una amenaza, ya que modifica el sentido de las experiencias pasadas” (Giordan).

La concepción interviene a la vez como un elemento integrador y como un factor de enorme resistencia a cualquier nuevo dato que contradiga el sistema de explicación establecido. Además, no será posible abordar el aprendizaje, ni tan siquiera movilizar conocimiento alguno, sin la voluntad y el interés del jugador/a.

Es preciso instalar un sistema de interrelaciones entre el deportista y el contenido que necesitamos aprender o reaprender, sin esperar la improbable opción de que descubran espontáneamente los elementos que ayudarán a transformar su concepción.

La importancia de esta perspectiva no se sitúa ya en el discurso del entrenador o en sus demostraciones a priori; la eficacia de su acción se sitúa siempre en un contexto de interacciones con las estrategias de aprendizaje del jugador.

Especialmente, las regulaciones que puede introducir en el acto de aprender, sus capacidades para interesar, proporcionar puntos de referencia o compartir ayudas con la contextualización, resultan ser las más importantes.

Trataremos, pues, de crear un entorno didáctico que facilite el cambio de concepción de la acción a tratar por parte de la jugadora.
En este entorno, utilizaremos el modelo como una herramienta estratégica crucial, un cauce por el que discurran las condiciones para el cuestionamiento, movilización, de construcción y reconstrucción de la concepción de esta situación de juego.

El proceso de movilización de concepciones de juego a través de modelos

  1. Disonancia cognitiva, desde la relación actual objetivos/resultados (o capacidades):
  2. Motivación desde la relación aspiración/modelo
  3. Presentación del modelo, integrando símbolos, gráficos o ideas esquemáticas, en forma de claves que sincronicen comprensión, atención y memoria.
  4. Reproducción del modelo, mediante tareas que posibiliten la ejecución exitosa del modelo o sus partes, así como el acceso al conocimiento de la ejecución por parte de la jugadora.

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