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Toca decir hasta pronto, Islandia, tras 5 maravillosas temporadas llenas de felicidad

Toca decir hasta pronto, Islandia, tras 5 maravillosas temporadas llenas de felicidad

Saludos, amig@s voley adict@s. Si hace cinco años, justo cuando mi amigo Raúl me proponía venir a entrenar a Islandia, me dicen que lo iba a pasar tan bien como para permanecer en este país tanto tiempo, no lo habría creído y habría apostado todo a que no iba a ser así.

Pero la realidad ha superado todas mis expectativas y ahora me lleno de tristeza mientras hago las maletas para dejar en los próximos días un país tan extraordinario como me ha demostrado ser Islandia y al que deseo volver en un futuro ya sea como entrenador de voley, turista o quién sabe, si trabajando en cualquier otro sector distinto al voleibol profesional.

Primera Parada. Siglufjördur

Llegué un 3 de septiembre de 2019 a Siglufjördur, pequeña localidad al norte del país con una población no superior a 1200 personas, procedente de la enorme y ruidosa Lima (Perú), y después de unas primeras semanas muy duras, comencé a disfrutar de las grandes virtudes de un país y su gente.

Reconozco que la adaptación fue dura, muy dura y es que cambiar una ciudad tan estresante, bulliciosa, extensa, caótica y, por qué no decirlo, barata, como es Lima, por otra tan pequeñita, fría, solitaria, aislada de todo y cara, como es Siglufjördur, no es nada sencillo, hasta el punto que me planteé seriamente tirar la toalla, y no por temas de voleibol, y volver a Perú.

En efecto, me planteé irme y muchas veces, e incluso en ese proceso lloré bastante, agravándose la situación debido a unas tormentas enormes de nieve y viento que provocaban cortes de electricidad y me obligaban a aislarme más aún de lo que ya me sentía.

Pero lo que son las cosas. En esos ratos de extrema soledad y oscuridad la mente te pone a prueba y cuando la debilidad casi me hace arrojar la toalla, empecé a pensar, hablar conmigo mismo y me fui autoconvenciendo de darle una oportunidad a un país del que había leído esto mismo, que es duro y el clima no ayuda, pero que tiene paisajes naturales preciosos, las famosas auroras boreales y muchas mas ventajas que tenía que descubrir mientras aportaba mi granito de arena al crecimiendo de mi nuevo club, BF Siglufjördur.

El nivel era muy sencillito, realmente muy por debajo del que estaba acostumbrado a trabajar pero pude comprobar lo serio que se lo tomaban mis jugadores/as, lo que me fue enganchando con el paso de las semanas.

Esa primera temporada terminó antes de lo esperado por el Covid-19, y me pasé junto a Maiu Sageras, jugadora española con la que compartí experiencia islandesa, mucho tiempo en casa, sin poder desarrollar mi profesión por medidas tomadas por el gobierno islandés que sin ser tan drásticas como eran en otros países del mundo, nos privaban de casi lo único activo y dinámico que se puede hacer en una ciudad como “Siglu”.

LLegado el final de la temporada, recibí la propuesta para continuar en el club la temporada siguiente, pero mi deseo de seguir creciendo en el voley y disfrutar de una competición más exigente me hicieron buscar una salida pero permaneciendo en Islandia, por lo que aproveché mi contacto en Neskaupstadur, Miguel Melero, jugador con el que compartí equipo en mi época de jugador en el Univoley Almería, para postularme como técnico en sus dos equipos de Mizuno League ya que buscaban entrenador.

Segunda Parada. Neskaupstadur

Las conversaciones fueron muy sencillas y pronto llegamos a un acuerdo. Mi segundo año en Islandia iba a ser en esta localidad al este de la isla, Neskaupstadur, otro paraíso con unas estampas increibles, pero éste ya con una tradición muy importante en el voleibol de Islandia, de hecho esta considerada la cuna del voley en este país europeo y de donde han salido una gran cantidad de deportistas que nutren y van a seguir nutriendo a muchos equipos del país.

Mi trabajo era bastante mas complejo que en Siglufjördur ya que asumía los equipos masculino y femenino que participaban en la Mizuno League, máxima categoría del voleibol de este pais, y alguno más en las categorías inferiores del club al lado de mi compañero MIguel Angel Melero.

Para esta segunda experiencia islandesa aposté por llevar a Maiu Sageras con la que había trabajado el año anterior en Siglufjördur, y a María Jiménez, central que había formado parte del CV Elche para formar parte del equipo femenino, y a Paco López, colocador de Berja del que me habían hablado muy bien, y por supuesto, además de Melero, para el equipo masculino del club.

El primer año fue genial, precioso, y aunque tuvimos bastantes problemas por el dichoso Covid, varios parones en la competición durante la temporada, disfruté mucho y logramos resultados mas que interesantes, sobre todo en la rama femenina y es que en los últimos años había sufrido bajas considerables, puesto que no podemos olvidar que es muy habitual que desde muy jóvenes los deportistas salgan a ciudades mas grandes para seguir con sus estudios o asuntos laborales.

Terminada la temporada, renovamos el compromiso y tuve el privilegio de vivir una segunda  campaña en Neskaupstadur, una ciudad que aporta muchas cosas que equilibran algunas situaciones que dificultan y mucho la vida normal como ver que los comercios abren en torno a las 10:00 y cierran a las 18:00, momento en el que puedes pasear sin ver a nadie por la calle.

El segundo año fue un poco mas complejo que el primero y os explico los motivos. En tema de plantilla, renovamos a María Jiménez, y tuvimos que decir adiós a Maiu, incorporando dos jugadoras españolas más, Paula Miguel, central malagueña con la que había coincidido en el Mairena Voley de la SF2 de España, y Alba Hernández, colocadora asturiana que ya conocía de haber jugado en contra de su equipo, el Grupo Covadonga de Gijón.

En masculino, Paco López dejó Islandia para ir a Murcia para seguir sus estudios, e incorporamos otros dos chicos desde España, el central de Berja, José Federico y el colocador malagueño, Jaime Monterroso, que se unían al sempiterno y “futuro alcalde” de la ciudad, Melero.

En chicos todo funcionó muy bien, realmente bien y plantamos cara a todos los equipos durante la temporada, aunque algunos infortunios en forma de lesiones lastraron muchas de las opciones que teníamos de hacer cosas importantes.

Fue en chicas donde encontré mas dificultades y es que tras una primera temporada en la que revitalizamos el equipo, entendí que había que seguir pisando el acelerador y aprovechar el potencial que tenia el equipo para aspirar a estar en las rondas finales de la Liga y Copa.

Eso tiene una doble visión y seguro que os ha pasado a muchos de vosotros. No es tan importante lo que ves sino lo que el equipo quiere dar, y aqui chocamos y mucho.
Cuando valoramos las cualidades del equipo y valoramos muy positivamente las opciones de competir con garantías de triunfo, es posible que alguna pieza se pueda quedar por el camino, algo que sopesamos y como siempre digo, el equipo está por encima de todo.

Pero, ¿qué ocurre si el club no lo entiende así?. Ahí estuvo mi error o mi virtud, no lo sè. Error ya que el equipo quería competir pero…… hasta cierto punto, y virtud porqué lo que vi en este grupo de jugadoras era real, descubrí todo lo que tenían y por ello pisé el acelerador, sin intuir que eso podria causar incomodidades.

Al finalizar el año, estaba claro que el ciclo estaba terminado y había que hacer maletas de nuevo, y aunque todo apuntaba en mi interior que había que salir de Islandia y volver a España, motivos personales provocaron que me marchara a la capital del país, Reyljavik, para formar parte de un proyecto deportivo que no gozaba de mucho prestigio en el pais, hablando de voleibol, me refiero.

Por cierto, sin títulos, pero con el honor de haber sido designado Mejor Entrenador de la Mizuno League en la primera parte de la temporada junto a dos de mis jugadoras, María Jiménez y Paula Miguel.

Tercera y última parada. Reykjavik

Justo antes de llegar, ya sabia que iba a ser una estancia complicada pero tenía que descubrir los motivos, y dos años después tengo todos los datos para responderme a esa pregunta.

Þróttur Reykjavik tuvo, tiene y ha de tener absolutamente todo para triunfar en el deporte de Islandia, al menos, para intentarlo, y es que el único equipo en la élite del voleibol islandés en lo que es el municipio de Reykjavik, cuenta con una infraestructura de ensueño para poder trabajar cómodo y desarrollar un programa de alto rendimiento.

Llegué en 2022 a un proyecto acostumbrado a ser el último en la competición, a pasar sin pena ni gloria y ser un equipo donde la palabra “Hobby” se ha instaurado y es el primer argumento que explica lo que ocurre y el primer obstáculo para el crecimiento.

Trabajar en este club es muy sencillo, y vivir en la capital del país es un privilegio, pero cuando vives este deporte como yo lo hago, donde competir es una pasión y siempre aspiras a ser mejor y mejor, alejándonos de la mediocridad mental y del conformismo, esa posición tan especial no es suficiente y no terminas de disfrutar de lo que haces, por lo que vives, lo que te han enseñado desde pequeño.

Si me tengo que quedar con algo, me quedo con el grupo de jugadoras del equipo de Mizuno League en la segunda temporada, y con mi equipo masculino U20.
En el primer caso, hemos trabajado duro, contra todo y contra todos, sabiendo que muy pocos esperaban algo de nosotros, pero se ha trabajado tan bien que las jugadoras han desarrollado múltiples habilidades, tanto deportivas como extradeportivas, para completar un equipo maravilloso, unido, y comprometido con la propuesta, sabiendo hacer frente a las adversidades y ante cada problema diseñar 2 soluciones.
Este equipo con su entrenador ha marcado el camino que el club debe recorrer en el futuro, y no solamente en lo deportivo, sino en lo que ha de ser trabajar en el alto nivel, ya que estar entre los mejores supone aceptar una responsabilidad y un establecimiento de criterios y prioridades donde competir sea la primera condición a aceptar por todos.
Orgulloso de haber sido su entrenador.

En el caso del U20 masculino, este club llevaba mucho tiempo sin tener sección masculina y con muy buen criterio pero poca ayuda, hemos levantado un conjunto masculino que en muy poco tiempo ha dado pasos de gigante para ser muy competitivo y se ha ganado el respeto del voley en Islandia.

Pero por encima de los resultados del equipo masculino, me llevo el haber sembrado pasión por el voley y que este grupo de jugadores mire el futuro con un hueco exclusivo para su equipo de voley, y espero que este club sepa entenderlo y cuidarlo, permitiendo que crezcan como jugadores de voleibol que algún día formarán parte de la Premier League.

¿Y ahora qué?

Es imposible sentir mas tristeza cuando se deja un lugar o un país como es el caso. Estoy sumamente triste pero muy satisfecho de lo que he aportado a los clubes en los que he trabajado, con momentos muy buenos y otros no tan buenos, pero todo suma, sin duda, todo suma a la mochila de experiencia.

Soy consciente que no todos echarán de menos el tiempo conmigo, es normal y eso me ha valido y me vale para seguir siendo autocrítico conmigo mismo y mas reflexivo de lo que fui en el pasado, pero sé que he provocado muchas cosas buenas en mucha gente y eso tambien tiene su valor, mucho valor.

Es el momento de mirar hacia delante, valorar nuevas oportunidades donde ser feliz, o menos dicho, felices, y es que lo mejor de todo es que lo voy a hacer acompañado, ya no pienso solamente en mi, sino que juntos pensamos por los dos e iremos donde ambos tengamos algo que enseñar y algo que aprender, sin miedo, con todo el entusiasmo posible y muy agradecidos a Islandia por habernos brindado tan gratos momentos que jamás se olvidarán.

En breve os iré describiendo esas nuevas oportunidades que se abren ante nosotros, pero no quería abrir esa información sin antes mostrar gratitud a un país en el que he sido inmensamente feliz y al que le deseo siempre lo mejor, se lo merece.

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