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Despedidas

Despedidas

Las despedidas son cosas del verano. Te despides de tus compañeros de clase, de trabajo, de los vecinos que se van a algún lugar del mapamundi… Pero hay despedidas que son para siempre.

Hoy siento la misma desazón, el sentimiento de vacío que se siente cuando giras y ya no está ese familiar, esa mascota, esa pareja. El voleibol español y yo sentimos hoy ese luto, no por la muerte pero sí tan definitivo como ella, el adiós a la selección de Miguel Ángel de Amo, Carlota García Conrado y María, ay mi María, Segura.

Generacionalmente estoy muy conectado con todos, por eso, como cuando ves a gente con hijos, su retirada te hace sentir que los años pasan, que ya no somos tan jóvenes, que empieza a ser preocupante ese pelo en la almohada.

Hoy no se retiran de la roja tres referentes, hoy se retira una generación a la que no dejaron ser gloriosa. Porque si generaciones anteriores rozaron la gloria, la de estos dos fue la batalla en el barro, el campo de batalla sin glamour y atestado de sombras alargadas.

Por eso también me identifico con ellos, son hijos de su generación, de una en la que nos prometieron que haciendo las cosas bien y peleando íbamos a conseguirlo pero no se dió, no había arcoiris detrás de las baldosas amarillas.

Pero quizás nos enseñaron más después de todo, quizás la vida deportiva o la vida en general no deba medirse por los éxitos sino por el camino, “Viaje antes que destino” decía Sanderson, y viendo a De Amo,a Segu y a Carlota me reafirmo en ello.

Es triste despedirse de la selección como es el caso de Miguel Ángel, pero más triste es que Segura y Carlota cuelgan las rodilleras. Carlota siempre estuvo desde el principio y siempre valoré en ella ese espíritu de la impostora que la acompañaba, de niña a la que no habían invitado al cumpleaños pero se lo pasaba mejor que ninguna, siempre enfadada tras la derrota y competitiva en la cancha.

Este párrafo, mi querida Asun, es para tí. Elegiste cuándo y cómo despedirte, sin aspavientos, con tu camiseta y en tu país, porque tú vestiste muchas “samarretas” en tu carrera (Vall d’Hebron, Barça, Olbia, Trentino, Monza, Cuneo, Dresdner, Brescia y Stuttgart, tu Sttutgart), pero siempre llevaste, por dentro y por fuera, la de tus leonas.

Las dejas virtualmente clasificadas para su primer Mundial, Mundial en el que no vas a participar, un poco como Moisés cuando no se le permitió entrar en la Tierra Prometida, un poco como quién deja un legado palpable de quién estuvo antes y de quien viene después. Ya te sientas en la mesa de las Helia, Gens, Marisa, Esther, Majo, sabiendo que llevaste con honor el escudo, enseñando lo que te enseñaron antes.

Ya estás en la categoría de mito al que vamos a acudir cuando alguna reciba mal, tire el balón fuera, falle un saque, no ponga actitud. Deseando estoy ser ese pureta que en la grada diga:

“Yo vi jugar a Segura, todas éstas son unos paquetes”. 

Hasta siempre, leona. Fue un honor.

Héctor González. Se Escribe Voleibol

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